La imagen de Dios que la Iglesia católica intenta transmitir en el Nuevo Testamento es la de un Dios hombre, humano, sufriente, despojado de lujos y divinidad. Una imagen que -dos milenios después- recién Francisco supo encarnar desde lo más alto del Vaticano. La imagen de un Papa hombre, humilde, terrenal, cercano. Toda una novedad. “Se mostró como un hombre más, algo que se necesita ver en un papa”, analiza Ruth Ramasco, Doctora en Filosofía.

Cuando le tocó la inmensa tarea de liderar la Iglesia católica en 2013, Jorge Bergoglio se enfrentó también con otro desafío: el de ser el primer pastor latinoamericano. “El mundo estaba acostumbrado a pastores europeos y de repente vino él, que llegaba desde el fin del mundo. Y tener que ser pastor de un mundo con una diversidad de culturas, que además no está acostumbrado a que ese lugar lo ocupe un latinoamericano, es todo un desafío”, destaca Ramasco. Y Francisco salió airoso.

“Creo que ha sido un pastor -continúa- que trató de poner como centro la atención en los más vulnerables, que nos recordó que es imposible ir a Dios si nos olvidamos de los más desprotegidos. Lo hizo desde el primer momento. Nos impidió olvidar que hay una inmensa cantidad de hombres y de mujeres que no tienen oportunidades, que viven en la miseria, y que somos indiferentes a eso. Lo puso siempre en el centro, incómodamente y de mil maneras, como una especie de memoria necesaria”.

Ruth Ramasco, Doctora en Filosofía.

Para transmitir todo eso, el Papa argentino comenzó por casa. Ramasco remarca que Francisco trató de simplificar también otras cosas, como los rituales de las exequias (había pedido adaptar algunos ritos para que el funeral del Romano Pontífice sea ‘el de un pastor y discípulo de Cristo y no el de un poderoso hombre de este mundo’), con la simplicidad de vida que mostró, con límites, como diciéndonos todo el tiempo: ‘no se puede atender a los más desprotegidos sin simplificar la vida’. Trató de transmitir que el misterio de Jesús es el misterio del Dios-hombre, de un hombre. Recordemos que parte del mensaje de Jesús es que Él está en cada uno de nosotros, especialmente en los que sufren, entonces no se puede pretender buscar a Dios y a la vez despreocuparse de que los hombres pasen miseria”.

Un papado con rostro humano

La filósofa -quien fue docente en la Universidad Nacional de Tucumán, enseñó en el Seminario Mayor y pertenece a un equipo que depende del Episcopado para la Atención Sacerdotal- coincide con quienes afirman que la figura de Francisco contribuyó a que muchas personas, tal vez desencantadas del catolicismo, se reconciliaran con la Iglesia.

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“Hay gente que tuvo mucha cercanía con ese discurso de justicia, de inclusión y esa práctica social del Papa; hay gente que se ha sentido muy conmovida por la acción de alguien que por su fe tiene una voz que puede llegar a todo el mundo y que esa voz dice: ‘somos responsables de cualquier otro ser humano que esté en el medio de la indigencia’”, sostiene.

Según su análisis, fue esa mezcla de simplicidad con su origen latinoamericano lo que lo hizo único: “a esta Iglesia que está tan acostumbrada a la Curia vaticana, a una estructura europea, a una cultura eclesial que se da de esta manera, Francisco le puso piel latinoamericana, con la conciencia de los pueblos en opresión, con la conciencia de lucha. La gran novedad ha sido ponerle Latinoamérica a ese mundo”.

Esa mirada la lleva a pensar que la parte latinoamericana de la Iglesia católica queda ahora huérfana con la partida de Francisco y a lamentar que tampoco hay muchos indicios de que -al menos en lo inmediato- vaya a llegar otro Papa desde este lado del océano Atlántico.

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“Hay reformas que hacemos sólo con ser nosotros y no nos damos cuenta. La sencillez de Francisco radica en aceptar que el papado pueda tener un rostro humano, que no está revestido con lujos. No nos imaginamos a ninguno de los papas anteriores así. Recordemos su imagen en silla de ruedas, con la bigotera de oxígeno, despeinado, enfermo, despojado, esa imagen habla de cómo ha sido él. Y eso lo ha llevado a la Iglesia. Ese hombre entró a la Iglesia. Se mostró como un hombre más, algo que necesitábamos ver en un Papa”.